miércoles, 4 de julio de 2012

Entre una madre y una hija

Esta mañana escuchaba la conversación entre una madre y una hija en la mesa de al lado de la cafetería del barrio. La niña, no más de ocho años, en esa etapa dominada por la curiosidad donde todo tiene un porqué o debería tenerlo, preguntaba a su madre lo siguiente: "Mamá, ¿de quién son todas las cosas que hay en la calle: las farolas, los bancos,  las aceras...?. La madre, con sonrisa condescendiente dijo: "pues de todos, son cosas públicas, como la biblioteca donde coges libros, o la pisci dónde vas con tu prima Lucía, todos podemos disfrutarlas porque son nuestras...". La niña, con ganas de seguir investigando apuntó: "¿como el hospital y el cole mami?. A lo que la madre se limitó a decir :"más o menos, hija". 

Por la cara de la niña, supe de inmediato que no se había quedado a gusto con la respuesta, y por la evasiva de la madre, tuve bien claro que ella no quería dar más explicaciones. Me entraron unas ganas horribles de levantarme y acudir al rescate de esa niña perdida entre su curiosidad y su impotencia; pero no lo hice, quizá no tuve agallas. Como autocastigo por mi cobardía decidí escribir esto. 

Aquella madre, no quiso abrirle los ojos a su hija, quizá por puro desconocimiento de las palabras adecuadas o, más bien, simplemente por puro desconocimiento. "Más o menos, hija"... ¿qué clase de respuesta es esa?. La sociedad se mueve en ese superfluo terreno de lo relativo donde los lugares comunes ahogan la realidad de un modo aterrador. Si hubiera sido mi hija, creo que mi respuesta habría sido algo así: 

"Todas esas cosas deberían ser nuestras, puesto que son las personas quienes las idean, las fabrican, las financian con sus impuestos y después las disfrutan. Pero resulta que de toda esa cadena únicamente nos corresponde el ilusiorio hecho de disfrutarlas. Nosotros, que fabricamos e ideamos cada una de las cosas de este mundo, pintamos más bien poco en la decisión de dónde, cómo y por qué deben existir estas cosas. Sólo una minoría, aquellos que no han dedicado horas y horas al estudio y creación de los objetos, y tampoco se han manchado las manos portándolos, montándolos o arreglándolos; aquellos, son los encargados de decidir las grandes cuestiones. Quizá aun seas pequeña para entender por qué ocurre esto, pero sé que eres lo suficientemente grande para escucharme con los oídos bien abiertos y quizá recuerdes alguna de estas cosas cuando crezcas. 

Oirás en este mundo que la biblioteca, la piscina municipal, el colegio donde estudias, el hospital donde te llevamos, son lugares "públicos", "de todos". Pero resulta que poco  a poco eso dejará de ser así, fundamentalmente porque nunca lo fue del todo. De nuevo, una ilusión falseada, lo que escucharás en la tele como "el estado de bienestar" (No intentes entender todos los términos ahora, hay muchos adultos que aun no entienden ni uno). 
Hoy en día dicen en la tele que no hay dinero, que estamos en crisis, por ello parece que tenemos que estar tristes, deprimidos por los pobres bancos, el gobierno y la Unión Europea, que no tienen billetes para darnos. Entonces, como ellos no tienen, pues nosotros, la gente, los trabajadores, que somos muy muy generosos, por lo visto, nos vamos a "apretar el cinturón". Y si tenemos que dejar de tener cosas de esas "públicas", "de todos", pues venga, no pasa nada;  y si tenemos que trabajar más horas aunque ganemos menos, pues venga, no pasa nada; y si tenemos que dejar de pensar en que vayáis a la universidad porque ya no va a ser "pública", "de todos", pues venga, no pasa nada; y si tenemos que limitarnos a poneros vicks vaporub porque el jarabe es demasiado caro y si no no llegamos a final de mes, pues venga, no pasa nada; y si debemos comenzar a asumir que os iréis de este país en busca de otro lugar dónde realmente podáis tener un futuro, pues venga, no pasada nada.  ¿Y sabes lo que siento yo hija?, yo no siento tristeza, ni depresión, yo siento rabia. 

No me preguntes ahora quién es el culpable de mi rabia, prometo explicártelo un poco más adelante, hablaremos de tantas cosas aun antes de que quieras irte de este país... hablaremos de mucho te lo prometo. Tú no tengas miedo, eso nunca, en esta familia somos más de rabia. Y quizá, si me haces caso, y educas bien tu rabia, no querrás irte sino quedarte y cambiar las cosas". 

lunes, 24 de octubre de 2011

De Disney a Los DaVincibles: Ideología y propaganda en los dibujos animados


Disney me enseñó muchas cosas. El señor Walt Disney, sí, con su barba blanca y sus cejas pobladas, barriga generosa, mofletes rosas y gafas en medio de la nariz. Así lo imaginé siempre, tan peligrosamente parecido a Papa Noel que ahora me da hasta vértigo.
Me enseñó a frustrarme, a querer ser la más guapa, a llorar cuando un chico no me quería, a competir con mis amigas, a creer que la clave está en el trabajo duro y explotador, a hablar con mi espejo, a no comer manzanas, a tener miedo en el bosque… me enseñó tantas cosas que me costó mucho esfuerzo desprenderme de ellas y aun hoy me descubro desprendiéndome de algunas de ellas como si de capas de piel se trataran.

Para beneficio del señor Disney, no fue solo a mí  a la que adoctrinaron (o al menos lo intentaron) sino a millones de niñas y niños de todo el mundo que después fueron padres y abuelos fervientes continuadores de las enseñanzas del gran imperio animado.

Reflexionando acerca de la gran propaganda del sistema capitalista que Disney junto a otros muchos se esforzaron en asentar a sangre y fuego, quise investigar sobre los dibujos animados que ahora ven los niños. Descubrí una serie animada emitida desde hace unos meses en el canal ClanTv perteneciente a la televisión pública española. Se llama “Los DaVincibles” y bajo el paraguas de la cultura aprovecha para gotear ideología. Dos adolescentes apellidados Da Vinci viven aventuras buscando obras de arte por todo el mundo junto a su tío Leo, Leonardo Da Vinci. En cada peripecia se enfrentaran a un malo malísimo de ojos descolocados, boca torcida y, qué curioso, boina roja, llamado Cuba. Este personaje tiene el maléfico objetivo de dominar el mundo. Dominar el mundo, muy relacionado con las obras de arte y el fin cultural de la serie, sin duda…

Es habitual escuchar en la serie como los protagonistas repiten una y otra vez frases del estilo: “hay que luchar contra los planes de Cuba de dominar el mundo” o cosas similares. No me parece a mí que elegir Cuba como nombre del “malo malísimo” de una serie infantil sea un detalle sin importancia. Ni es un nombre común italiano (la serie es italiana) como el del resto de los personajes, ni es un nombre común, a secas. Pero aun pasando por encima del nombre, el obejtivo del personaje debería tener relación con el robo de obras de arte, perseguir a Leo… no sé algo que tuviera que ver con la trama de la serie. Dominar el mundo creo que dista bastante de ello.

Llamenme paranoica pero prefiero andar con pies de plomo cuando se trata de la educación de nuestros hijos. Puede ser que ellos no se den cuenta, pero en su subconsciente se queda toda esa información: el malo = cuba // qué quiere= dominar el mundo. Y cuando crecen los medios de comunicación y sus informativos se encargan de completar el resto del puzzle. Ese puzzle mental con piezas perfectamente fabricadas y preparadas para que no quede ni un hueco libre dond ese pueda colar el crtierio propio o el espíritu crítico.

Y la televisión pública, como no, jugando excelentemente su papel. Qué pena.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Con todo cariño, para Pablo Milanés

Por lo visto, no conseguir llenar un concierto en Miami hace que a algunos se les suelte la lengua, se descamisen como si estuvieran en el carnaval de Cádiz y se emborrachen con su propio ego. Esto debió de ser lo que le ocurrió a Pablo Milanés hace unos días cuando decidió romper con su pasado y digamos "salir del armario", "destaparse", "retratarse".
He de reconocer en estas líneas que, aunque me lo esperaba, se me atragantaron un poco sus palabras, y quise por un segundo que todo fuera mentira, y que no estaba leyendo "aquello" de "aquel" hombre en "aquel" periódico llamado "El Nuevo Herald".
Pues bien, no contento con arremeter contra Cuba con diversas declaraciones todas ellas muy "variopintas" y "sofisticadas", decidió que una vez en el ajo continuaría su "proeza revolucionaria" alzándose como la "voz oprimida" del pueblo cubano.
Hay veces de verdad que pienso que desde la intelectualidad pedante nos quieren hacer a todos idiotas, sobre todo a los cubanos. Una cosa es que lo hagan los políticos imperialistas, los empresarios, la gusanera... otra muy distinta es que sea usted, señor Milanés, el encargado de elevar la máxima sabiduría de lo que les conviene o no les conviene a sus compatriotas. 52 años de lucha y socialismo les da una base suficiente para tomarse con seriedad la palabra "autodeterminación" al menos. 
Si realmente quiere cambiar las cosas, si tiene juicios críticos que ayuden a mejorar la situación de Cuba, dígalo en Cuba, dígaselo al pueblo, emplee un tono justo con su historia y su pasado, no sea prepotente, piense en el objetivo último, valore el contexto. No acuse a periodistas como Edmundo García de algo que ha hecho usted con un cuchillo bien afilado: sembrando disputa y creando brecha. 

Se le llena la boca en otra de las cartas hablando de "luchadores antifranquistas" como Victor Manuel o Ana Belén. Mejor no le cuento a usted lo que piensan los jóvenes españoles con ideas revolucionarias de esos dos sujetos. Si esos son sus referentes, poco puedo seguir analizando. 

También dice Pablo Milanés desde Miami, retransmitiendo para el mundo entero ansioso de excusas y traiciones, que en su país, Cuba, los artistas son maltratados. Debe ser por el maltrato que sufrió usted mismo, por las continuas censuras a sus canciones... Quédese entonces en Miami, con la conciencia tranquila, donde contará con la carta blanca para expresar con el mismo tono de desprecio cualquier cosa acerca de su ya, un poco lejana, Cuba. 

No quiero extenderme más, creo que, Edmundo García y Silvio Rodríguez, aquel que fue su amigo "cuando Pablo Milanés era otro", han dedicado suficiente tiempo a su ataque de egolatría hecho en el lugar correcto, en el momento preciso y con las palabras adecuadas. Carambola de billar, jaque mate, estrategia brillante la suya. 

Lo que no entiendo muy bien es como puede volver a La Habana con la cabeza bien alta, ha logrado el estatus de "intelectual a la occidental" a cambio de ceder el de revolucionario. Pero como dijo Silvio, "en una revolución verdadera nadie es imprescindible".  

sábado, 7 de mayo de 2011

Carta de una periodista

¿Sabéis lo único bueno de estar en el paro? Que puedo escribir y hablar de política, hacerlo de verdad, sin tapujos. Porque no tengo que rendir cuentas a un redactor jefe, que a su vez huele bajo la falda de una editora, la cual estira mensualmente la mano tras doblegar cada una de las páginas del periódico que (mal)dirige, ante el empresario de turno. Como en tiempos de caciques, “quien paga, caga” y los demás  más vale que gocemos el estreñimiento.
Estoy harta de la constricción periodística, de la hipocresía de una profesión que ni el “plumilla de turno” es capaz de escaparse de ella, y todo se alimenta en un círculo vicioso en el que muchos se quejan pero malviven porque el conformismo ha ganado la batalla.
Ahora estoy en paro por la crisis, por la reforma laboral, los contratos temporales,  la prolongación de la edad de jubilación, la falta de sueldos y plazas para becarios… pero probablemente en un futuro seguiré siendo una periodista en paro, por hablar demasiado, pensar demasiado y acatar demasiado poco.
Mis colegas de profesión, amordazados, son incapaces de constituir una amenaza al sistema imperante. Sufren un extraño Síndrome de Estocolmo, un letargo indefinido, donde creen representar la voz crítica, sin darse cuenta que siempre es crítica con los mismos y prudente, incluso ensalzadora, con los de siempre.
Me dan igual las excusas  de la crisis de los medios, la refundación del periodismo, la web 2.0, y demás intentos de evitar el problema fundamental: no hay una reflexión sincera y honesta acerca de la relación periodismo y servicio público. No la hay porque no interesa a los bolsillos agradecidos, a los acomodados de sillón y a los que venden su alma al diablo con tal de conseguir el puesto de turno.

viernes, 11 de febrero de 2011

“En el PCE hay dos corrientes, los que quieren reconstruir el Partido y los que quieren que «desaparezca» para que no interfiera en Izquierda Unida”

José Enrique Fernández habla del Frente de la Izquierda, la marca electoral con la que los comunistas asturianos concurrirán en las elecciones del próximo 22 de mayo

Daniela Steklov
Gijón, 11 de febrero de 2011
En una terraza de un bar cercano a la playa me esperaba el joven secretario general del Partido Comunista de Asturias en Gijón. A pleno sol del mediodía con una cerveza fría y un cigarrillo que se marchitaba a grandes caladas. Con rostro serio, sonrisa intermitente y gesto de observador incansable ojeaba un periódico regional.
Siendo fiel a una cuidada educación buscó rápidamente una silla para mí y comenzamos a hablar antes de comenzar la entrevista. Su voz calmada y la naturalidad de sus expresiones fueron la llave perfecta para comenzar las preguntas a José Enrique Fernández, al que muchos llaman Nako.
Llevas haciendo política desde los 13 años y ahora tienes 26; Tu definición de qué es política, ¿ha cambiado o evolucionado en este tiempo?
En la base, en su definición estructural, entendiendo por política la capacidad que tiene el ser humano de transformar las cosas, el medio que nos rodea y todas aquellas cosas que nos perjudiquen y que sean injustas; no ha cambiado mi punto de vista. Lo que sí ha sufrido una evolución es la preparación y la experiencia. No es lo mismo cuando tienes 13 años que la madurez que adquieres a lo largo de los años, gracias al contacto con la realidad política, con otros partidos, con todo tipo de movimientos sociales…
Pero,  siendo tan joven ¿cómo empieza todo? ¿Dónde nace el contacto con el Partido Comunista?
Existe una gran tradición familiar. Mi padre entró a militar en el PCE muy joven y nos inculcó a mí y a mis hermanos determinadas ideas.  Durante la adolescencia se plasmaron en nuestro interés por militar en la misma organización que él.  Yo quería llevar todas esas inquietudes que me habían enseñado  a la práctica. Y todo comenzó en la Juventud Comunista de Asturias.