He de reconocer en estas líneas que, aunque me lo esperaba, se me atragantaron un poco sus palabras, y quise por un segundo que todo fuera mentira, y que no estaba leyendo "aquello" de "aquel" hombre en "aquel" periódico llamado "El Nuevo Herald".
Pues bien, no contento con arremeter contra Cuba con diversas declaraciones todas ellas muy "variopintas" y "sofisticadas", decidió que una vez en el ajo continuaría su "proeza revolucionaria" alzándose como la "voz oprimida" del pueblo cubano.
Hay veces de verdad que pienso que desde la intelectualidad pedante nos quieren hacer a todos idiotas, sobre todo a los cubanos. Una cosa es que lo hagan los políticos imperialistas, los empresarios, la gusanera... otra muy distinta es que sea usted, señor Milanés, el encargado de elevar la máxima sabiduría de lo que les conviene o no les conviene a sus compatriotas. 52 años de lucha y socialismo les da una base suficiente para tomarse con seriedad la palabra "autodeterminación" al menos.
Si realmente quiere cambiar las cosas, si tiene juicios críticos que ayuden a mejorar la situación de Cuba, dígalo en Cuba, dígaselo al pueblo, emplee un tono justo con su historia y su pasado, no sea prepotente, piense en el objetivo último, valore el contexto. No acuse a periodistas como Edmundo García de algo que ha hecho usted con un cuchillo bien afilado: sembrando disputa y creando brecha.
Se le llena la boca en otra de las cartas hablando de "luchadores antifranquistas" como Victor Manuel o Ana Belén. Mejor no le cuento a usted lo que piensan los jóvenes españoles con ideas revolucionarias de esos dos sujetos. Si esos son sus referentes, poco puedo seguir analizando.
También dice Pablo Milanés desde Miami, retransmitiendo para el mundo entero ansioso de excusas y traiciones, que en su país, Cuba, los artistas son maltratados. Debe ser por el maltrato que sufrió usted mismo, por las continuas censuras a sus canciones... Quédese entonces en Miami, con la conciencia tranquila, donde contará con la carta blanca para expresar con el mismo tono de desprecio cualquier cosa acerca de su ya, un poco lejana, Cuba.
No quiero extenderme más, creo que, Edmundo García y Silvio Rodríguez, aquel que fue su amigo "cuando Pablo Milanés era otro", han dedicado suficiente tiempo a su ataque de egolatría hecho en el lugar correcto, en el momento preciso y con las palabras adecuadas. Carambola de billar, jaque mate, estrategia brillante la suya.
Lo que no entiendo muy bien es como puede volver a La Habana con la cabeza bien alta, ha logrado el estatus de "intelectual a la occidental" a cambio de ceder el de revolucionario. Pero como dijo Silvio, "en una revolución verdadera nadie es imprescindible".
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