Esta mañana escuchaba la conversación entre una madre y una hija en la mesa de al lado de la cafetería del barrio. La niña, no más de ocho años, en esa etapa dominada por la curiosidad donde todo tiene un porqué o debería tenerlo, preguntaba a su madre lo siguiente: "Mamá, ¿de quién son todas las cosas que hay en la calle: las farolas, los bancos, las aceras...?. La madre, con sonrisa condescendiente dijo: "pues de todos, son cosas públicas, como la biblioteca donde coges libros, o la pisci dónde vas con tu prima Lucía, todos podemos disfrutarlas porque son nuestras...". La niña, con ganas de seguir investigando apuntó: "¿como el hospital y el cole mami?. A lo que la madre se limitó a decir :"más o menos, hija".
Por la cara de la niña, supe de inmediato que no se había quedado a gusto con la respuesta, y por la evasiva de la madre, tuve bien claro que ella no quería dar más explicaciones. Me entraron unas ganas horribles de levantarme y acudir al rescate de esa niña perdida entre su curiosidad y su impotencia; pero no lo hice, quizá no tuve agallas. Como autocastigo por mi cobardía decidí escribir esto.
Aquella madre, no quiso abrirle los ojos a su hija, quizá por puro desconocimiento de las palabras adecuadas o, más bien, simplemente por puro desconocimiento. "Más o menos, hija"... ¿qué clase de respuesta es esa?. La sociedad se mueve en ese superfluo terreno de lo relativo donde los lugares comunes ahogan la realidad de un modo aterrador. Si hubiera sido mi hija, creo que mi respuesta habría sido algo así:
"Todas esas cosas deberían ser nuestras, puesto que son las personas quienes las idean, las fabrican, las financian con sus impuestos y después las disfrutan. Pero resulta que de toda esa cadena únicamente nos corresponde el ilusiorio hecho de disfrutarlas. Nosotros, que fabricamos e ideamos cada una de las cosas de este mundo, pintamos más bien poco en la decisión de dónde, cómo y por qué deben existir estas cosas. Sólo una minoría, aquellos que no han dedicado horas y horas al estudio y creación de los objetos, y tampoco se han manchado las manos portándolos, montándolos o arreglándolos; aquellos, son los encargados de decidir las grandes cuestiones. Quizá aun seas pequeña para entender por qué ocurre esto, pero sé que eres lo suficientemente grande para escucharme con los oídos bien abiertos y quizá recuerdes alguna de estas cosas cuando crezcas.
Oirás en este mundo que la biblioteca, la piscina municipal, el colegio donde estudias, el hospital donde te llevamos, son lugares "públicos", "de todos". Pero resulta que poco a poco eso dejará de ser así, fundamentalmente porque nunca lo fue del todo. De nuevo, una ilusión falseada, lo que escucharás en la tele como "el estado de bienestar" (No intentes entender todos los términos ahora, hay muchos adultos que aun no entienden ni uno).
Hoy en día dicen en la tele que no hay dinero, que estamos en crisis, por ello parece que tenemos que estar tristes, deprimidos por los pobres bancos, el gobierno y la Unión Europea, que no tienen billetes para darnos. Entonces, como ellos no tienen, pues nosotros, la gente, los trabajadores, que somos muy muy generosos, por lo visto, nos vamos a "apretar el cinturón". Y si tenemos que dejar de tener cosas de esas "públicas", "de todos", pues venga, no pasa nada; y si tenemos que trabajar más horas aunque ganemos menos, pues venga, no pasa nada; y si tenemos que dejar de pensar en que vayáis a la universidad porque ya no va a ser "pública", "de todos", pues venga, no pasa nada; y si tenemos que limitarnos a poneros vicks vaporub porque el jarabe es demasiado caro y si no no llegamos a final de mes, pues venga, no pasa nada; y si debemos comenzar a asumir que os iréis de este país en busca de otro lugar dónde realmente podáis tener un futuro, pues venga, no pasada nada. ¿Y sabes lo que siento yo hija?, yo no siento tristeza, ni depresión, yo siento rabia.
No me preguntes ahora quién es el culpable de mi rabia, prometo explicártelo un poco más adelante, hablaremos de tantas cosas aun antes de que quieras irte de este país... hablaremos de mucho te lo prometo. Tú no tengas miedo, eso nunca, en esta familia somos más de rabia. Y quizá, si me haces caso, y educas bien tu rabia, no querrás irte sino quedarte y cambiar las cosas".